Acerca de la memoria fotográfica del Congreso Constituyente

Rubén Ruiz Guerra

Coordinación de Humanidades, UNAM

El mundo que nos presenta la fotografía es un mundo
extraordinario por su exactitud misma, por su detalle delicado y por la nitidez mineral de su visión.
Luis Cardoza y Aragón
 

El 1 de diciembre de 1916 en Querétaro se inició formalmente una reunión singular. Representantes populares, procedentes de prácticamente todas las regiones del país (excepto las ya muy exiguas que mantenían bajo su control el villismo y el zapatismo), respondían a la convocatoria del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza. Su tarea era actualizar la Constitución liberal promulgada el 5 de febrero de 1857. Así, buscaban dar sentido a años de lucha fratricida. Ya había terminado un régimen que se decía basado en una Carta Magna liberal, pero que en la práctica se había mostrado autoritario e insensible a las demandas de muchos mexicanos. En Querétaro nacería una nueva institucionalidad política; que establecería nuevas bases jurídicas para el ejercicio del poder; y crearía una nueva perspectiva de lo que deben ser los derechos de “la nación” y sus deberes hacia la sociedad, hacia el “pueblo”.

El lugar de reunión era simbólico, pues Querétaro, más allá de su ubicación accesible para la mayoría de los diputados, representaba un espacio de enorme significación histórica para el país. Allí, en 1810, se fraguó la más importante conspiración que incendiara al país en la búsqueda de la libertad; también en ese lugar se reconstituyó la patria después de la desastrosa derrota ante la intervención estadounidense de 1847-1848. En esa población terminó la aventura imperial de Maximiliano en 1867 para sellarse la vigencia de la Constitución liberal que marcó el nacimiento del Estado mexicano moderno. En esta ocasión, y por dos meses más, hasta febrero de 1917, Querétaro sería el escenario de la búsqueda de acuerdos políticos que originarían una nueva nación. La asamblea había sido convocada para revitalizar la Constitución. Estaba conformada por hombres convencidos de la necesidad de mantener un marco legal acorde con los reclamos de un país moderno. Por ello eran partidarios del constitucionalismo. Sin embargo, muchos de estos representantes llevaron el propósito de incorporar a este marco legal preocupaciones que, surgidas de la experiencia histórica, evitaran —o al menos mitigaran— los problemas más serios de la Constitución liberal de 1857. El resultado fue, en consecuencia, una Carta Magna enraizada en la dolorosa historia del país, pero con la mirada puesta en los problemas más acuciantes de la sociedad de su momento.

Entonces surgió un modelo de país que, basado en sus fortalezas históricas, veía hacia el futuro. La educación se concebía como instrumento fundamental para cimentar la nueva sociedad; el Estado se entendía como garante de los derechos “de la Nación”; los diversos núcleos sociales adquirían derechos que complementaban los tradicionales derechos individuales; los poderes que ahora llamaríamos fácticos fueron sometidos a controles. Se trataba, en suma, de construir, sobre la base de las garantías individuales, una serie de preceptos que garantizaran la supremacía del interés del conjunto de los mexicanos por encima de los intereses particulares.

Quienes emprendieron esta tarea eran, en general, hombres jóvenes (30 años era el promedio de edad en el grupo) conscientes de la trascendencia de la labor que realizaban. Por ello mismo, hubo quien pensó en utilizar un mecanismo novedoso para registrar, dar a conocer y conservar para la posteridad lo que habría de suceder en la asamblea. El general Francisco J. Múgica comisionó la elaboración de una memoria fotográfica de la asamblea constituyente. Si bien para ese momento la fotografía era un recurso ya algo entrado en años, la construcción de un discurso fotográfico que describiera, analizara, conformara secuencias y fuera dado a conocer como testimonio de un hecho cualquiera, era algo muy reciente en México y en el mundo. Ciertamente, la lucha revolucionaria había dado un impulso especial a ese tipo de trabajo. Pero el origen de este tipo de periodismo en el país sólo podría rastrearse unos cuántos años atrás. Participaron en este esfuerzo los fotógrafos Agustín V. Casasola, Jesús Gómez, Patricio Healy, Ernesto Hidalgo, José Mendoza, Pedro Mendoza, Carlos Quiroz Rafael Rentería, y Rafael F. Sosa.

La labor de los fotoperiodistas involucrados fue significativa, particularmente la de José y Pedro Mendoza. Gracias a ellos contamos con una memoria del Constituyente que abarca diversos aspectos de las sesiones preparatorias (realizadas en el antiguo edificio de la Academia de Bellas Artes de Querétaro), del pleno de las sesiones, de los personajes del congreso, de los diferentes grupos de congresistas, de los momentos de significado especial y de la importancia que los protagonistas sabían que tenía la labor que realizaban. Fueron esos fotoperiodistas quienes nos legaron imágenes que podríamos considerar “clásicas” de esta asamblea fundamental en la historia del México moderno.

Hoy, la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de la Coordinación de Humanidades, pone a disposición del público una de las colecciones más completas (si no es que la más completa) de imágenes sobre el Congreso Constituyente de 1917. Reúne fotografías muy conocidas, como la de la protesta de la Constitución por los diputados constituyentes, con otras muy poco conocidas, como aquellas de las sesiones preparatorias en la Academia de Bellas Artes. Se presenta ahora, pues, un material de singular valor histórico.

Junio, 2011